jueves, 24 de marzo de 2011

La Televisión también sirve para escuchar



Twitter: @mautolosa

Pasan los días y se mantiene el impacto de aquella hora del domingo, en que James Hamilton contó su historia en Tolerancia Cero. Ese día se rompió un velo, surgió una nueva comprensión de situaciones de abuso a las que han sido sometidos muchos cristianos creyentes por pastores que manipularon la confianza incondicional que surge en el marco de la fe.

Fue una situación anómala para la televisión: los panelistas -y miles de televidentes a través de ellos-, escucharon. Esa hora de escucha atenta conmovió y  cuestionó los cimientos de una de las instituciones hasta hace poco más intocables de Occidente. Esa hora de escucha, más allá de las diferentes opiniones de las personas, nos hizo comprender y solidarizarnos con el sufrimiento de un hombre abusado.

Cuando escuchamos a alguien, con atención, con respeto, con empatía nos pasan cosas, cambia nuestro mundo. Para comprender al otro, estamos obligados a abandonar nuestras certezas, a arriesgarnos a salir de nuestros propios límites: así logramos comunicarnos con el otro, estar en común-unión con el otro. Escuchar devuelve el poder a las palabras, destaca las conexiones y uniones y nos abre posibilidades.

Los formatos de los programas de televisión no están hechos para dar voz, para entregar la palabra a los “invitados” o entrevistados. Los entrevistados van a validar el flujo de lucimiento de el o los dueños del espacio. Paradojalmente, a propósito de Hamilton, Tolerancia Cero, es uno de los mejores ejemplos del invitado como festín de los panelistas. No merece comentario el modelo de destrucción de la conversación de los programas de farándula, donde abundan la descalificación, la ofensa, la agresión gratuita, el “exterminio” del “contrincante”.

La televisión chilena no está hecha para escuchar y generar preguntas, sino para transmitir y ratificar el estado de cosas. Imagínense lo peligrosa y transgresora que sería la televisión si hubiésemos visto testimonios, similares a los de Hamilton, de un hombre que tuvo que dejar morir a su esposa porque no se le pudo practicar el aborto terapéutico, o un emprendedor que fracasó y que comienza a perder lentamente sus bienes y su familia, o de un profesor que se siente asustado en la sala de clases por las amenazas de los alumnos. Imagínese que empezáramos a conversar y a escucharnos.

sábado, 26 de febrero de 2011

Terremoto del 27 de Febrero en Chile: la conversación que no tuvimos


Hace un año, la defensa nacionalista de Don Francisco fue, para muchos, motivo de orgullo. Que lloráramos, nos conmoviéramos, teletoneáramos estaba bien; pero realizar las preguntas más profundas y obvias después de una catástrofe de esa magnitud, no era aceptable a riesgo casi de ser acusado de antipatriota. Un año después pagamos, con un Chile dividido y confundido, enfrentamos las consecuencias de no haber realizado aquella conversación. Todavía es tiempo, porque la tarea que queda es mucha.
A continuación la columna de aquellos días:

Habitualmente, las catástrofes naturales o humanas abren espacios para preguntarse de manera más activa y penetrante. Sucedió en Estados Unidos, después de los Huracanes Andrew o Katrina,  y también en América Latina con los intensos debates y reflexiones sobre el estado de la sociedad, después de los terremotos de Managua en 1972 y  de la Ciudad de México en 1985, o del Huracán Mitch que desoló, en 1998, a Nicaragua y Honduras. 
Por esto, quizás no es tan sorprendente que luego de visitar la zona del desastre en Concepción y recoger impresiones y testimonios, Jorge Ramos, destacado periodista y conductor de Univisión, escriba un artículo titulado “Dos Chile Tras el Sismo”, donde señala “que en realidad hay dos Chiles” y uno de ellos, el más pobre, apareció cuando el terremoto  corrió el velo de la ilusión.
Lo que sí es sorprendente, es la respuesta de Mario Kreutzberger, el popular Don Francisco de Sábados Gigantes que descalifica de entrada las opiniones de Ramos. Aunque titula su nota “Con respeto”, a continuación de realizar una especie de autocrítica a la simplificación de sus opiniones en alguno de sus propios viajes a países en “situación de excepción”, concluye “me pregunté cuántas veces también me habré equivocado”.
No se trata de quién tiene la razón. Si quién dice que no puede ser la presidenta de un país la que deba “decretar” si hay tsunami , o que los sistemas de alerta no funcionaron y costaron las vidas a cientos de personas, o que el bello aeropuerto de Santiago estaba diseñado para París donde no conocen los temblores, o que los saqueos fueron por desesperación o por codicia, o que los vecinos se hayan armado y encendido hogueras para protegerse de los asaltantes, o que miles de chilenos solidarios viajaron espontáneamente desde cientos de kilómetros hacia las zonas afectadas llevando ayuda, o que se recaudó una cifra record de ayuda en una “teletón” solidaria. 
Lo importante, hasta por razones terapéuticas, es establecer la conversación, levantar las preguntas. El problema es que Chile tiene una auto percepción coagulada y defendida conscientemente por los administradores de imagen del modelo. Una imagen que se administra con mayor facilidad reposando sobre el pánico a disentir, al que tiene una visión diferente, al que cuestiona el estado de las cosas, al que hace preguntas más de fondo.
Las evidentes observaciones de Jorge Ramos, las obvias preguntas que surgen de las mismas, no están presentes en los medios de comunicación masivos de Chile. En la cobertura del terremoto, la televisión, se ha preocupado más de la mal llamada “nota humana”, que mantenga la sintonía a través del horror o de la gloria, que de buscar explicaciones, o de preguntarse y abrir perspectivas.
En los medios chilenos, de debate y conversaciones nada. Peligroso estado de silencio y bloqueo del diálogo, cuando se requiere desatar la creación e imaginación para renovar el desarrollo y devolver el impulso a regiones donde el desastre dejó pérdidas materiales por 30.000 millones de dólares.
Pareciera que los chilenos, particularmente quienes detentan el poder de los medios de comunicación y los de ese “10% más acomodado que acumula más de la mitad del ingreso”, del que habla Jorge Ramos, pueden aceptar que se mueva la tierra y bote edificios, puertos y aeropuertos, pero no que bote la imagen de Chile que han y se han construido.

jueves, 24 de febrero de 2011

Democracia y comunicación: lo normal está tergiversado


Ayer, fueron detenidos durante varias horas, por Carabineros de Chile, unos jóvenes que caminaban con carteles y banderas por el Paseo Huérfanos. Sí, leíste bien, caminaban por un paseo peatonal. No estaban cortando el tránsito, no se habían tomado la calle, caminaban por un paseo peatonal. Algunas horas más tarde otros jóvenes fueron reprimidos en Viña por pedir una gaviota para Calle 13 en el contexto de un festival de música.

Los del paseo Huérfanos, antes de ser detenidos habían sido reprimidos con lo que en la mayoría de los países se llama cañón de agua, y al que en Chile damos el simpático nombre de “guanaco”. Acá, su uso nos parece normal; en la mayoría de los países democráticos el uso del cañón de agua o de bombas lacrimógenas se reserva sólo para situaciones extremas, es equivalente a usar un arma. No quiero explicar por qué acá es normal, o de dónde viene, o por qué somos así: quiero dejar claro que en democracia es inaceptable. La brutalidad del estado contra un grupo de jóvenes que quieren plantear su punto de vista nos degrada como personas y como sociedad.

Fueron detenidos y reprimidos “por estar defendiendo Isla Riesco”. Y de alguna manera, en esa frase se cuela otra dimensión de lo normal: cuando uno lucha “por algo” es normal ser reprimido o detenido.  Sí, efectivamente, es normal ser detenido y hasta asesinado cuando uno lucha por algo, en una dictadura. En todas las últimas declaraciones de Estados Unidos sobre las rebeliones en el “Mundo Árabe” se subraya “el derecho a reunirse, manifestarse y expresarse libremente”. ¿Por qué eso es distinto en Chile? ¿Porque aquí estamos en democracia? Sería la paradoja más absurda. No es normal ser arrestado y golpeado por llevar un cartel en una democracia.

Urge que nos saquemos la dictadura de la cabeza y el corazón: es escandaloso, que un grupo de jóvenes o un ciudadano sea reprimido por portar un cartel o por pedir una gaviota. Lo normal, es que habitemos un país donde las personas pueden caminar, pensar y decir lo que quieren sin miedo: el derecho a la comunicación nos constituye como seres humanos. Lo normal, es que todos podamos ejercer el derecho a plantear pacíficamente nuestra posición, en los medios de comunicación, en las redes sociales, con carteles o con canciones. Lo normal es que las calles y plazas sean el espacio de reunión, de expresión y convivencia de la ciudadanía.

No importa si es por la gaviota a Calle 13, Isla Riesco, el Gas, Alto Maipo, las reivindicaciones laborales, el apoyo a la disidencia en Cuba o en Libia, el aborto, la prevención del sida, los pueblos originarios, el pase escolar, la igualdad de la mujer o la calidad de los servicios: los ciudadanos tienen derecho a manifestar lo que piensan. El derecho a la comunicación es básico y elemental, nunca podemos dejar pasar por alto su violación. Sin derecho a la comunicación no hay posibilidad de conversar, no hay democracia, no hay comunidad nacional.

viernes, 18 de febrero de 2011

Un cartel es comunicación, no un delito


En twitter @mautolosa

Ayer, entre las noticias revueltas de Dichato, de marinos en las calles, de los detenidos que eran 30 y después 8 y al final no supe, de los numerosos helicópteros revoloteando, del presidente que “llegó en son de paz”, escuché pero deje pasar, algo básico relacionado con el derecho a la comunicación: un señor que fue detenido por portar un cartel.

Afortunadamente, las redes sociales están llenas de amigos alertas, que no dejan pasar detalle. Esta mañana, en mi cronología TL de Twitter, me llamó la atención un tweet de Victoria Uranga “Qué perdido anda el gobierno si le tiene miedo a la gente que expresa sus ideas. Un cartel no es amenaza es un mensaje”.

Lo que me llamó la atención no fue que “el gobierno ande perdido”, -que es un punto discutible y sobre el que pueden existir distintas opiniones-, sino que Carabineros hubiese detenido a una persona por andar con un cartel. Un cartel es una expresión de ideas, -más o menos afortunadas- pero una expresión de ideas que nadie puede coartar. Recordé que hace unos meses, mientras los mapuches estaban en huelga de hambre, Carabineros detuvo a unas religiosas que caminaban con un lienzo.

En Chile nos hemos acostumbrado a dejar pasar por alto la violación de los más mínimos derechos ciudadanos sin sorprendernos, expresarse mediante un cartel o mediante una manifestación pacífica, no puede ser reprimido. Es la expresión de los ciudadanos, aún más imprescindible en un país donde todos los canales de televisión abierta y todos los periódicos cotidianos de circulación nacional profesan la misma ideología que el gobierno. El derecho a la comunicación, a ser escuchado y tomado en cuenta, a expresar sus ideas y ser parte de la conversación pública es la esencia  de la democracia.

sábado, 12 de febrero de 2011

Revolución de la Paz en Egipto: Esperanza para el Mundo Árabe y la humanidad


El estereotipo septiembre 11

Desde el atentado a las Torres Gemelas del 11 de Septiembre de 2001, los medios de comunicación internacionales habían profundizado en los prejuicios y estereotipos que mostraban la imagen de un mundo árabe homogéneamente violento. Esto parecía asociado a una especie de “psiquis islámica” intrínsecamente  sectaria e intolerante, que había llevado a un paisaje del mundo árabe que sólo admite caudillos autócratas de origen militar o religioso, apoyados por las potencias occidentales o por Dios.

Quizás era una manera de seguir justificando desde la moral occidental, una de las guerras más públicamente injustas y mentirosas de la Historia, la de Irak, iniciada contra la opinión de los organismos y opinión pública internacionales, fundada en una red de mentiras que bajaban desde la misma Casa Blanca, justificada por la búsqueda de armas de destrucción masiva y conspiraciones nucleares que sólo existían en las mentes de los equipos militares y políticos de Bush, Blair y Aznar. 

Durante una década, en los medios noticiosos, los terroristas asesinaban y las turbas de fundamentalistas quemaban banderas occidentales; mientras en Hollywood, en las películas y series, los islámicos superaban ampliamente en el papel de villano principal a narcotraficantes mexicanos y colombianos. A la narrativa mediática masiva, “noticiosa” o de ficción, le gustan las cosas simples y vistosas, los buenos y malos. No caben los millones de ciudadanos y activistas del Mundo Árabe, que cotidianamente sufren y luchan contra la opresión y represión de los tiranos y terroristas militares y religiosos.


La renovada fuerza de la Paz

El ingreso al escenario mundial de la multitud de la paz y el cambio, que ocupó las plazas y calles de Egipto con persistente paciencia, durante 18 días, representa la oportunidad de un cambio radical desde la perspectiva de los grandes estereotipos y prejuicios que guían la opinión pública mundial. Y sabemos, que desde la masificación e instantaneidad de los medios, la opinión pública y los medios internacionales definen la agenda política internacional.

En Egipto, la enorme comunidad ciudadana y pacífica, se congregaba y comunicaba, ponía en común sus ideas y sus emociones y realizaba acciones muy simples: estar en un lugar, caminar, celebrar, rezar, cantar. La fuerza tranquila exigiendo decididamente el derecho a construir un mejor futuro. Cuando un extraviado Mubarak intento arrebatarles el triunfo, surgió el grito espontáneo de la ira, pero no se canalizó a hacia la destrucción o los movimientos violentos que algunos comentaristas de medios imaginaron. Al contrario, más gente salió a las calles al día siguiente, el de la plegaria, y rodearon los edificios más emblemáticos del gobierno, el Palacio Nacional, el de la Televisión Estatal, la Casa Presidencial.

La Revolución Egipcia restituye la dignidad y el orgullo al Mundo Árabe en más de una manera, y  trasciende las fronteras del Islam. En una época de desconcierto y crisis de las instituciones políticas y religiosas devuelve la fe a los movimientos libertarios y ciudadanos del mundo y demuestra la eficacia de la paz activa y disciplinada, en una dimensión comparable a la del movimiento de Gandhi para alcanzar la Independencia de India del Imperio Británico. 

No olvidemos a los 300 ciudadanos Egipcios, que a diferencia de los de Esparta, pusieron sus pechos abiertos frente a las armas, garrotes y machetes, y ofrendaron sus vidas para que mediante la paz se abra el camino hacia una mejor humanidad.

jueves, 10 de febrero de 2011

La imagen condena a la Intendenta


Cuando escuchamos el audio de la reunión de Jacqueline Van Rysselberghe donde declaraba que había mentido para conseguir algunos beneficios, muchos imaginamos que se trataba de una reunión íntima con sus partidarios, donde hay minutos de confianza, todo está medio a oscuras, con frío y la gente humilde se agrupa alrededor del líder para escuchar las buenas nuevas. Sus dichos de que las “declaraciones habían sido sacadas de contexto”, para quienes creían en la intendenta respaldaban esa explicación, transformándola en una falta, pero menor. El propio presidente Piñera señaló que “estaba mal pero que la intención era buena”. Esa es la magia del audio, la imaginación que acepta y permite diferentes interpretaciones.

Pero hoy, en CNN Chile, apareció el video del momento en que la intendenta emite la frase y se pudo apreciar con claridad el contexto. Se ve una imagen completamente distinta. Estamos en un acto oficial, preparado y planificado, con alfombras rojas, con un estrado donde otras tres personas de parkas rojas de gobierno acompañan a la intendenta, una pantalla para proyecciones, una gran cantidad de personas sentadas en sillas, es decir se trata de un acto oficial y no de una reunión informal con “gente de confianza”. Cambia completamente la apreciación sobre la frase y su contexto, esa es la magia de la imagen.

Si en un acto oficial, los máximos representantes de las instituciones pueden contar como se burlan del sistema –aun con las mejores intenciones- el sistema democrático y sus instituciones están en serios problemas. ¿Qué se puede esperar de los ciudadanos comunes y corrientes, de aquellos que ni siquiera se inscriben en los registros electorales porque ya no creen en el sistema? Un papel fundamental de las autoridades es encarnar, y no solo hacer respetar sino que fortalecer las instituciones, que son la principal defensa de los ciudadanos frente a los abusos de todo tipo. 

miércoles, 9 de febrero de 2011

Egipto: La revolución de los jóvenes, de las redes sociales a las calles del futuro

Por Mauricio Tolosa @mautolosa

Cuando sentados frente a sus teclados convocaron a la manifestación por la dignidad y la decencia, ¿Creerían, aquellos muchachos del grupo de Facebook “Todos somos Khaled”, que efectivamente estarían girando la llave que cambia el mundo? 

Uno de los sellos más esperanzadores del movimiento de Egipto, fue la no violencia, los cientos de miles de personas que se juntaban pacíficamente en Tahrir Square, -llamada Plaza de la Libertad por los medios occidentales-, entregando su alegría y algunos sus vidas por construir un cambio y recuperar la dignidad y la libertad más básicas. Un movimiento de jóvenes con acceso a las conversaciones de la “modernidad” tecnológica y valórica, del espíritu optimista y emprendedor, del desprecio del abuso.
 Ese fue el estilo que se impuso desde el 25 de enero, el día de la convocatoria al “Día de la Ira” (Curioso nombre para un movimiento tan civil). Se impuso a tal punto, que los temidos Hermanos Musulmanes quedaron reducidos a una amenaza sin expresión pública, como un fantasma que representaba los temores de un Occidente en Guerra con el mundo Islámico desde hace 10 años, desde Septiembre 2011.

El régimen de Mubarak sólo recuperó momentáneamente la iniciativa política cuando utilizó la violencia invadiendo la plaza con turbas de antisociales y policías de civil. De esa manera creó un escenario de enfrentamiento, en el que incluso intentó posicionarse como mediador, a través de los discursos de sus ministros.

Al más puro estilo de las dictaduras de América Latina de los ochenta, la oferta del régimen era negociación con algunos, las fuerzas políticas más tradicionales,  y garrote para los otros, con un Mubarak poniendo el viejo dilema de la política del terror “Yo o el caos”. Es difícil saber si estos personajes realmente creen que ellos son la única salvación para la nación o si es una manera de conseguir los últimos apoyos disponibles en el campo nacional y sobretodo internacional. En ese nuevo contexto se iniciaron las negociaciones con las distintas fuerzas políticas tradicionales.

Durante dos o tres días, la velocidad de los acontecimientos es asombrosa, el movimiento joven, la banda de facebook como les llaman los policías, desapareció como forma y como frescor. Hasta la liberación de Wael Gonhim que, luego de haber sido secuestrado por la temida policía secreta de Mubarak, reapareció con gran despliegue en televisión y redes sociales, emergiendo como la cara de un estilo, de una ética y una estética, que hasta entonces no tenía rostro, ni nombre. Los viejos líderes, algunos con más espíritu de servicio, otros con más ambición y ego, habían ocupado intermitentemente en los medios, sin éxito, el rol de líderes de la Revolución.
El movimiento juvenil de Egipto sigue las líneas profundamente cuestionadoras de Mayo del 68’ pero en su propio contexto y tiempo. Probablemente, es el movimiento más  radical que aparece en el mundo árabe desde las independencias de las metrópolis. También se parece a los idealistas de Mayo del 68’, en que sus jóvenes líderes no tienen agenda ni experiencia política, ni de poder. Representan más bien una renovación cultural y ética, integradora y generosa.

Reconocer y potenciar esa fuerza es una gran oportunidad, que ojalá Occidente, y particularmente Estados Unidos, se arriesguen a tomar. Es la posibilidad de terminar con el clima mundial de guerra instalado por Bush que tanto daño ha hecho al mundo y a los propios Estados Unidos. Es una buena opción para Obama de contribuir a un nuevo escenario mundial de mayor diálogo y apertura. Ganar la guerra de Irak que heredó es imposible, aunque la “reduzca” a Afganistán. Pero impulsar un nuevo mundo de paz y desarrollo, en lugar de guerra y armamento, de gobiernos para los pueblos y no para mantener el equilibrio geopolítico y defender los intereses de las potencia, avanzar hacia un nuevo orden internacional de respeto y amistad,  hoy parece una opción no sólo urgente y necesaria, sino que más posible.
 

miércoles, 26 de enero de 2011

Imagen síntesis de la comunicación y la política de los tiempos que corren

Por Mauricio Tolosa / twitter @mautolosa

Los dos minutos captados por un aficionado con la cámara de video de un teléfono celular, constituyen una síntesis visual admirable de la revolución del mundo de las comunicaciones y la política que estamos viviendo. En la pantalla vertical se ve una multitud móvil de pequeños ciudadanos apuntando las cámaras de sus teléfonos celulares hacia la destrucción de un enorme retrato fijo del sonriente presidente Mubarak.

Son los ciudadanos, articulados a través de las redes sociales y armados de sus cámaras de video, que sólo en el inicio de este año ya han derrocado gobiernos y gabinetes y transformado la agenda política internacional, con menos notoriedad mundial en Magallanes de la Patagonia chilena, pero con una enorme visibilidad en la Tunisia del mundo árabe.

Las protestas de Egipto, organizadas a través de Twitter y Facebook, son una consecuencia directa de la rebelión tunisina: ayer en las calles del Cairo se leían carteles que decían “Tunisia es la solución”.  Las redes sociales acumularon la rabia en los muros de las pantallas de sus participantes, hasta que rebalsaron hacia las calles en explosiones sin conducción aparente. No hay propuestas ni contenidos propositivos claros. Son mayoritariamente jóvenes, unidos por el rechazo hacia un sistema que no los toma en cuenta y los oprime implacablemente, que encontraron en las redes sociales una manera de romper la soledad de la exclusión.

Al frente el cartel de Mubarak que, como soporte comunicativo, recuerda las grandes estatuas y gigantografías que han marcado la presencia de las dictaduras personalistas de todos los tiempos. Ese soporte rígido que fija la presencia del poder en una dimensión monumental, lejana a los ciudadanos, incapaz de reaccionar a la agilidad de los nuevos tiempos. Pero cuidado: el cartel de Mubarak también se parece mucho a los carteles de las campañas políticas de diputados, senadores y presidentes de todo el mundo. No son sólo las dictaduras las cuestionadas, es la institucionalidad política representativa actual, una forma de poner en escena y ejercer el poder que ya no responde ni a los desafíos, ni a las oportunidades de nuestra época.

Uno de los efectos más duros de las revelaciones de los wikileaks fue que pusieron en evidencia la banalidad de las observaciones del mundo diplomático y político, bajaron del Olimpo a los dirigentes de los gobiernos del mundo. Las rebeliones de las redes sociales profundizan el golpe al poner en evidencia su falta de representatividad y capacidad de anticipar y conducir. La rebelión de Egipto es impredecible, puede inclinar la balanza hacia un fundamentalismo más extremo o hacia mayores grados de libertad; con estos nuevos equilibrios comunicacionales  políticos y ciudadanos, nadie parece saber. Por ahora, además de enviar a la calle casi tantos policías como manifestantes, Mubarak también decidió cerrar Twitter.

martes, 18 de enero de 2011

Comunicación de gobierno: prisioneros del éxito

Por Mauricio Tolosa Twitter: @mautolosa

“La experiencia no es lo que te sucede, sino lo que haces con lo que te sucede”.
Aldous Huxley"

Sacando las lecciones equivocadas
Además de la caída de un gabinete y la amenaza de aplicación de la Ley de Seguridad Interior del Estado, de connotaciones simbólicas y jurídicas desastrosas para el proyecto “Nueva derecha”, el conflicto de Magallanes provocó un daño profundo a la imagen presidencial, que se cristaliza como distante y errática, como cuando el presidente Piñera señaló a propósito del gas de Magallanes que no quería que siga la misma suerte del “salitre que se acabó en el Siglo XIX”, (estos frecuentes lapsus presidenciales son denominados piñericosas en las redes sociales). Más grave es la consolidación de la falta de credibilidad como atributo presidencial negativo: los medios repitieron abundantemente el discurso presidencial donde promete, en actitud comprensiva y empática, que no subiría el precio del gas residencial a los magallánicos. Es predecible el impacto negativo en las próximas encuestas, más aún considerando que la aprobación presidencial venía a la baja, y el rechazo, al alza.
 Para muchos observadores, especialmente los que siguen el acontecer de Chile desde otros países, -que se incrementaron notoriamente después de la epopeya de los 33-, el desastroso manejo de esta crisis es bastante incomprensible. ¿Cómo, ese gobierno capaz de montar una operación técnicamente impecable y comunicacionalmente sorprendente,  que dejó a Chile tan bien posicionado a nivel internacional, al poco tiempo, comete errores de novato en política comunicacional?
Paradojalmente, es probable que la explicación esté en el “historial de éxitos” del equipo presidencial. El impacto y admiración mundial del rescate puede haber conducido a conclusiones y lecciones equivocadas a un equipo que ha conocido grandes éxitos empresariales, donde la lógica de separar lo comunicacional y lo técnico funciona con costos menores que en el mundo público. Eso explica las declaraciones de La Moneda a El Mercurio quejándose de que “sus soluciones son técnicamente impecables”, pero que “no las han sabido presentar”. El problema no es solo de presentación, hay un error de concepción de la comunicación, de sentirse poseedor de la verdad y de no escuchar y no respetar a las personas y los ciudadanos. En los gobiernos del Siglo XXI eso tiene costos, a menos de querer remplazar el diálogo por el autoritarismo.
La operación rescate es un mal modelo para generalizar y proyectar al ámbito de comunicación de gobierno, se trató de una situación excepcional, donde el “factor humano” era muy acotado y el “factor difusión”, muy controlable. El diseño de la operación fue encargado a ingenieros y técnicos de un área en la que Chile es vanguardia a nivel mundial, la minería del cobre. Adicionalmente contó con el apoyo internacional de los centros del conocimiento y tecnología más avanzados del mundo. La solución era “técnicamente” muy compleja, pero el objetivo común era muy simple y de total consenso: rescatar con vida a los 33. Desarrollar la solución técnica separada del resto y realizar la gran difusión final era posible y recomendable.
Resuelto el problema técnico, el montaje escénico y publicitario fue casi perfecto. Siguió un guión extraordinariamente ejecutado, sincronizado con los tiempos y ritmos televisivos del mundo, con una variedad austera pero muy atractiva de tomas. El personaje principal de la transmisión era un presidente cercano y preocupado, disciplinado y siguiendo el libreto acordado,  hablando en castellano e inglés fluidamente. A nivel nacional, la operación de difusión significó un alza de la valoración del presidente de casi 10 puntos en las encuestas, e internacionalmente, un record de exposición positiva que algunos han estimado equivalente a 20.000 millones de dólares. Negocio redondo, en votos y en millones.
Gobernar es comunicar
¿Por qué no funcionó igual en Magallanes? Porque separar lo técnico de lo comunicacional, puede funcionar en situaciones y eventos excepcionales y  específicos. La operación rescate no tenía los desafíos que tiene gobernar; podría haber sido realizada por una empresa, y en alguna medida así se manejó, solo que esa empresa era el Estado de Chile. No era necesario conducir una comunidad humana compleja, con intereses diversos y contrapuestos hacia un horizonte común, el consenso era preexistente, había que difundir la obra a posteriori pero no era necesario dialogar, ni escuchar, para implementar la solución desarrollada por los ingenieros.
El error de entender la comunicación como  difusión posterior de soluciones técnicas impecables, no surge con este gobierno, ni en este país. Por ejemplo, la separación del diseño técnico de la comunicación, la falta de escucha de las personas y sus necesidades, de la construcción de una comunidad de proyecto común, es un factor indispensable para comprender el desastre comunicacional y técnico, del mal diseño y peor implementación del Transantiago.
Las soluciones “técnicas” solo son “impecables” si satisfacen a la comunidad y si se pueden implementar sabiamente, evitando costos y conflictos que pueden hundir el proyecto. En los asuntos públicos y de gobierno, una magnifica “solución técnica” creada por un grupo de iluminados no funciona si no cuenta con el apoyo, o por lo menos la anuencia, de la comunidad local y nacional. En la gestión de un gobierno democrático, las soluciones se construyen y no se imponen
Es indispensable, particularmente en un gobierno que plantea la Unidad como tema central, pasar de una concepción de la comunicación antigua y autoritaria, de correa de transmisión y mando, a una concepción de la comunicación moderna e integradora, donde comunicar es escuchar y orientar a personas y comunidades, articular valores, propósitos, emociones y conductas para avanzar unidos y potenciados por la riqueza de la diversidad. 
Esperemos que esta vez el gobierno saque las lecciones correctas. Así se evitarían conflictos inútiles y desgastantes y se aprovecharían las oportunidades de un país que tiene todo para madurar y crecer.

viernes, 14 de enero de 2011

Más respeto con las regiones, no es un gas atravesado

Por Mauricio Tolosa / Twitter @mautolosa 

En Punta Arenas, PUQ, se termina el mundo como la conocemos y se abre, a alguna distancia, otro mundo, sin tierra y de hielo, de pingüinos y bases científicas extremas. En Magallanes, el viento impulsa extensiones y macizos rocosos que se gestan en un caldero de energía helada. La perspectiva se modifica. El viento frío limpia las preconcepciones ancestrales de salones de clase y dominio eurocéntrico y uno se imagina que ese extremo Sur, es el inicio del mundo, donde todo comenzó.
La riqueza motor del Chile ha emanado directamente de la Tierra, el salitre y el cobre para Chile, o el petróleo para Magallanes. Las épicas mineras, conquistas de los límites, luchas obreras o hazañas de pirquineros alimentan el imaginario de pueblos y ciudades desde el desierto a la Patagonia. Los 33, el hecho de mayor posicionamiento mediático de la historia nacional, tuvo que ver con un grupo de mineros atrapados en el fondo de la tierra y con cápsulas Fénix que penetraban la roca desnuda para llegar a la frontera desconocida de las entrañas de la Pachamama.
La identidad de Magallanes emerge del paisaje y la relación con la riqueza de la tierra. Cuando allá, se conversa sobre la Empresa Nacional del Petróleo, ENAP, el gas o el petróleo, no se habla de cuentas de fin de mes. Cuando se habla de viento y de frío no se habla de un calentador y un panel térmico sino de una paisaje humano. Esas conversaciones tocan las fibras profundas de la identidad de un pueblo y de una región, y en ellas aparecen la relación con un Santiago que extrajo el petróleo magallánico como quién explota una colonia desde la metrópoli, las visitas esporádicas del emperador o la emperatriz, la falta de respeto por una cultura, un modo de vida y una identidad diferentes.
El conflicto no es con Sebastián Piñera y su equipo de Palacio, o contra un gobierno de derecha (ayer, en una declaración inédita todas las directivas regionales de los partidos, desde la UDI al PC, firmaron una declaración conjunta frente al tema del gas). El conflicto es contra una lógica metropolitana de desarrollo, de números y oficinas, que impone, que utiliza, que no respeta, que no escucha a las comunidades. Que ve a las personas de carne y corazón y a sus entornos naturales como estadísticas y oportunidades de voto y negocio.

martes, 11 de enero de 2011

La oportunidad de la crisis del gas de Magallanes


Una región tan lejos y despoblada
 
Magallanes, es la región más austral de Chile, lejos de Santiago donde se concentra el poder político, económico y más del 50% de la población del país. Su conexión con el resto del país es por vía aérea en un vuelo que, desde Santiago, demora tanto como hasta Rapa Nui, la isla situada en el corazón del Océano Pacífico. No se parece sólo en la lejanía, sino también en ser uno de los tres mayores destinos turísticos para los visitantes extranjeros. Las Torres del Paine, símbolo regional son, con los moáis y centros ceremoniales de Rapa Nui, uno de los temas fotográficos más abundantes en postales, afiches y comerciales de promoción de la imagen de Chile. 
 
Para llegar a Magallanes por tierra, desde Chile, hay que cruzar la Patagonia Argentina. Probablemente un mínimo porcentaje de los “otros” chilenos, bastante menos del 10%, tenga la oportunidad y decisión de visitar Punta Arenas. La ciudad de los vientos y del frío, donde ayer, mientras una asamblea ciudadana llamaba a un paro regional para protestar por el alza del gas, vientos de 100km/h. cortaban el suministro eléctrico y las transmisiones de los canales de televisión.  Donde los árboles crecen como bonsái retorcidos de un par de metros, porque el viento no les permite otro desarrollo.
 
Punta Arenas está lejos de Santiago, no sólo geográficamente, no sólo por su condición insular en términos de transporte, sino porque no forma parte de las conversaciones de Santiago. ¿Cuántas veces apareció Magallanes en las noticias del año pasado? ¿Quién sabe cuáles son sus desafíos y problemas? ¿Cómo viven las personas en Magallanes? ¿Cuánto aparece en las telenovelas, en las conversaciones de la farándula, en los libros de historia y geografía? Sus 150.000 habitantes constituyen una minoría poco significativa en términos  numéricos,  un 1% de los chilenos,  mucho menos que la minoría mapuche. 
 
Quizás es ese criterio de minoría ínfima el que explica el trato justo comparativo, al que apelaba el Presidente de la República de Chile cuando señaló que el alza del gas "es un trato justo para Magallanes, pero también para el resto de los chilenos". En la lógica de la matemática populista, la popularidad con el 99% es superior a la popularidad con el 1%. La mera lógica del interés de las mayorías en la conducción de los países y ejercida desde el poder central es peligrosa, injusta y abusiva, más aún cuando se aplica sobre minorías vulnerables por condiciones ambientales, regionales, de desarrollo o de diferencias profundas con la cultura dominante.
 
Atreverse a crecer
 
El problema del alza del gas de Magallanes no es sólo sobre los cinco mil o más pesos en la cuenta a fin de mes. Es quién, cómo y dónde se toma la decisión. Es si el criterio debe ser “ley pareja no es dura” o si debe haber discriminaciones positivas en beneficios de ciertas minorías. Es conocer cuáles son los criterios que guían la toma de decisiones del ejecutivo. La sana administración de los recursos, es fundamental y básica, pero insuficiente para gobernar comunidades con múltiples y diversas necesidades y prioridades. Gobernar una comunidad nacional es guiarla, unida e integrada, hacia un destino común. ¿Cuáles son las condiciones de esa unidad y de esa integración?
 
La situación de los magallánicos refleja problemas profundos del Estado de Chile. Si de este conflicto quedan como elementos destacados las amenazas de enviar a la fuerza pública como respuesta pavloviana, la crítica al papel decorativo de la intendenta designada desde el poder central, o la sorprendente capacidad del gobierno de auto generarse conflictos o “autogoles”, (o “errores no forzados” como se llaman en un Palacio más proclive a los deportes individuales), Chile habrá perdido una oportunidad de avanzar en la comprensión y mejora de las instituciones y formas de gobierno que el país, todo el país, requiere para aprovechar las inmensas oportunidades que tiene hoy, pero que no esperarán por siempre.
 
La revisión, democratización y modernización de las instituciones de gobierno regional y su relación con el gobierno nacional, es una tarea que la mirada auto satisfecha de Santiago no puede seguir postergando. Es un tema complejo, espinudo y profundo que requiere de mucha creatividad, paciencia y respeto, de la dedicación generosa de políticos y técnicos, y de una amplia expresión ciudadana para construir nuevos consensos y aperturas. Pero superar desafíos difíciles fortalece y hace progresar las comunidades humanas, nacionales o regionales. Es hora de que Chile pierda el miedo y se atreva a crecer.

lunes, 3 de enero de 2011

Fracaso en la educación: pesadas nubes para el futuro

Puesta de sol 3 de enero
Pesada nube  el desperdicio de talento que reflejan los resultados  de la PSU. ¿Que visión del futuro del país tiene una clase dirigente que no es capaz de educar y sacrifica a las generaciones más jóvenes.
Es injusto y canalla que en plena sociedad del conocimiento, en América Latina, las oportunidades estén determinadas por la educación que puede pagar tu cuna.
Un país pequeño no se puede dar el lujo de abandonar la educación de las mayorías En Chile, el 20% de los jóvenes no termina cuarto medio. En los sectores más pobres es el 40%: ellos no pueden dar la PSU.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...