martes, 23 de marzo de 2010

El terremoto de Jorge Ramos y Don Francisco

En Chile, en el hablar cotidiano, cuando algo trastoca el orden lógico o lo esperable, en la política o en el deporte o cualquier situación, se dice “esto es un terremoto”. Cuando algo es “un terremoto” rompe paradigmas, levanta preguntas y abre perspectivas y reflexiones inusuales para la comunidad o la sociedad en su conjunto.

Habitualmente, las catástrofes naturales o humanas abren espacios para preguntarse de manera más activa y penetrante. Recuerdo que en 1992, estaba en Nueva York, cuando los policías que habían golpeado brutalmente a Rodney King, fueron declarados “no culpables”, y estallaron las revueltas y saqueos en el South Central de Los Ángeles y muchos barrios pobres de Estados Unidos. Me llamó la atención, la radicalidad y la libertad de las conversaciones y debates que se instalaron en los medios de comunicación en los días posteriores: se hablaba del “fin del Sueño Americano”, de la pobreza escondida. América se miró profundamente y se abrió al cambio.

En menos de dos semanas, Estados Unidos modificó su imagen de potencia triunfante de la Guerra Fría y comenzó a surgir la de un país que tenía “en casa” los problemas sociales y humanos que pensaba que eran exclusivos del subdesarrollo. La reflexión sobre ese “terremoto social” fue sin duda uno de los puntos de inflexión de la campaña presidencial de 1992, y la transformación del contexto socio mediático fue un factor determinante en la victoria de Bill Clinton sobre George Bush.

Los desastres naturales también suelen instalar en las sociedades, momentos de debates profundos y cuestionadores. No sólo en Estados Unidos, como después de los Huracanes Andrew o Katrina, también en América Latina se recuerdan los intensos debates y reflexiones sobre el estado de la sociedad, después de los terremotos de Managua en 1972 y de la Ciudad de México en 1985, o del Huracán Mitch que desoló, en 1998, a Nicaragua y Honduras.

Por esto, quizás no es tan sorprendente que luego de visitar la zona del desastre en Concepción y recoger impresiones y testimonios, Jorge Ramos, destacado periodista y conductor de Univisión, escriba un artículo titulado “Dos Chile Tras el Sismo”, donde señala “que en realidad hay dos Chiles” y uno de ellos, el más pobre, apareció cuando el terremoto corrió el velo de la ilusión.

Lo que sí es sorprendente, es la respuesta de Mario Kreutzberger, el popular Don Francisco de Sábados Gigantes que descalifica de entrada las opiniones de Ramos. Aunque titula su nota “Con respeto”, a continuación de realizar una especie de autocrítica a la simplificación de sus opiniones en alguno de sus propios viajes a países en “situación de excepción”, concluye “me pregunté cuántas veces también me habré equivocado”.

El Mercurio, el diario conservador y más tradicional de Chile, destacó en primera plana “Don Francisco defiende a Chile”. En la nota Kreutzberger explica su reacción: “Si el artículo hubiese tocado a mi persona, no lo habría contestado. Esto no es sobre mí, es sobre Chile en el Terremoto”.

La respuesta de Don Francisco, es la reacción de uno de los íconos mediáticos e intocables del Chile actual, intentando con urgencia volver a colocar el velo que Jorge Ramos remueve o señala con su nota. Ese velo que se esfuerza por dejar traslucir sólo el pedazo de Chile casi desarrollado, exitoso, modelo en el manejo de la macroeconomía y en la fortaleza de sus instituciones, integrado a la OCDE y a todo el mundo. Paradojalmente quizás el chileno “más ciudadano del mundo”, que desarrolla con éxito su empresa de comunicaciones en Estados Unidos, es quién descalifica la opinión de un reconocido periodista por ser foráneo. Molesto, como argumento validador de sus opiniones, Kreutzberger señaló a El Mercurio: “Nací ahí, y tengo la percepción de mi pueblo”.

La dificultad de conversar 

No se trata de quién tiene la razón. Si quién dice que no puede ser la presidenta de un país la que deba “decretar” si hay tsunami , o que los sistemas de alerta no funcionaron y costaron las vidas a cientos de personas, o que el bello aeropuerto de Santiago estaba diseñado para París donde no conocen los temblores, o que los saqueos fueron por desesperación o por codicia, o que los vecinos se hayan armado y encendido hogueras para protegerse de los asaltantes, o que miles de chilenos solidarios viajaron espontáneamente desde cientos de kilómetros hacia las zonas afectadas llevando ayuda, o que se recaudó una cifra record de ayuda en una “teletón” solidaria.

Lo importante, hasta por razones terapéuticas, es establecer la conversación, levantar las preguntas. El problema es que Chile tiene una auto percepción coagulada y defendida conscientemente por los administradores de imagen del modelo. Una imagen que se administra con mayor facilidad reposando sobre el pánico a disentir, al que tiene una visión diferente, al que cuestiona el estado de las cosas, al que hace preguntas más de fondo.
Las evidentes observaciones de Jorge Ramos, las obvias preguntas que surgen de las mismas, no están presentes en los medios de comunicación masivos de Chile. En la cobertura del terremoto, la televisión, se ha preocupado más de la mal llamada “nota humana”, que mantenga la sintonía a través del horror o de la gloria, que de buscar explicaciones, o de preguntarse y abrir perspectivas.

Los canales de televisión, y Don Francisco los defiende muy bien en su nota “se unieron en un maratónico programa que logró recaudar la cifra record de 75 millones de dólares”. La Teletón es desde hace décadas el “gran evento de unidad nacional”, símbolo estable, incuestionable e “incriticable” donde se unen durante 24 horas de cadena nacional los canales de televisión, políticos y deportistas, gente del espectáculo y de la empresa, sin distinciones en un solo Chile que anima Don Francisco.

Luego del terremoto, a petición de la ex presidenta Bachelet, se implementó rápidamente la fórmula. Junto con la recaudación de fondos, se restableció la normalidad. Los héroes de la independencia de Chile clamaban en la adversidad “Aún tenemos Patria, ciudadanos”, doscientos años después, el grito pareció ser “Aún tenemos Teletón –y mejor que nunca-“. Se reconstruyó uno de los símbolos de la sociedad espectáculo articuladora y validadora del velo mediático, se restableció la fé en la bondad solidaria de los chilenos amenazada por la crudas imágenes de los saqueos, la presidenta saliente, Bachelet, se abrazó con el presidente electo, Piñera, reconciliando a las dos opuestas coaliciones.

Pero de debate y conversaciones nada. Peligroso estado de silencio y bloqueo del diálogo, cuando se requiere desatar la creación e imaginación para renovar el desarrollo y devolver el impulso a regiones donde el desastre dejó pérdidas materiales por 30.000 millones de dólares. Donde el añejísimo centralismo chileno habla de hacerse cargo de la reconstrucción y ayuda, y los afectados tiemblan, esta vez por dentro. Es que este no es el primer gran cataclismo que sufre Chile, Valdivia en los sesenta sufrió el peor terremoto de la historia de la humanidad y nunca más volvió a incorporarse al desarrollo con la vitalidad de ante; Tocopilla que fue devastada por un terremoto hace cinco años, todavía es una ciudad de viviendas provisorias.

Pareciera que los chilenos, particularmente quienes detentan el poder de los medios de comunicación y los de ese “10% más acomodado que acumula más de la mitad del ingreso”, del que habla Jorge Ramos, pueden aceptar que se mueva la tierra y bote edificios, puertos y aeropuertos, pero no que bote la imagen de Chile que han construido.

Este terremoto real, a diferencia de aquel del habla popular chilena que todo lo cambia y lo transforma, se parece más a uno surgido de la filosofía de El Gatopardo, del escritor italiano Giuseppe di Lampedusa que dice “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”.

1 comentario:

  1. Bueno ya que nadie comentó... Te digo que los problemas de fondo que tú expones ,son problemas mundiales no de una sola nación, además me parece absurdo que tú pienses que un país devastado por el quinto terremoto más poderoso de la historia, pueda "reflexionar" en esos momentos. Chile así como el mundo en general, sabrá resolver sus problemas al ritmo en que los sociedades humanas lo hacen. Patricio López, chileno.

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