sábado, 26 de febrero de 2011

Terremoto del 27 de Febrero en Chile: la conversación que no tuvimos


Hace un año, la defensa nacionalista de Don Francisco fue, para muchos, motivo de orgullo. Que lloráramos, nos conmoviéramos, teletoneáramos estaba bien; pero realizar las preguntas más profundas y obvias después de una catástrofe de esa magnitud, no era aceptable a riesgo casi de ser acusado de antipatriota. Un año después pagamos, con un Chile dividido y confundido, enfrentamos las consecuencias de no haber realizado aquella conversación. Todavía es tiempo, porque la tarea que queda es mucha.
A continuación la columna de aquellos días:

Habitualmente, las catástrofes naturales o humanas abren espacios para preguntarse de manera más activa y penetrante. Sucedió en Estados Unidos, después de los Huracanes Andrew o Katrina,  y también en América Latina con los intensos debates y reflexiones sobre el estado de la sociedad, después de los terremotos de Managua en 1972 y  de la Ciudad de México en 1985, o del Huracán Mitch que desoló, en 1998, a Nicaragua y Honduras. 
Por esto, quizás no es tan sorprendente que luego de visitar la zona del desastre en Concepción y recoger impresiones y testimonios, Jorge Ramos, destacado periodista y conductor de Univisión, escriba un artículo titulado “Dos Chile Tras el Sismo”, donde señala “que en realidad hay dos Chiles” y uno de ellos, el más pobre, apareció cuando el terremoto  corrió el velo de la ilusión.
Lo que sí es sorprendente, es la respuesta de Mario Kreutzberger, el popular Don Francisco de Sábados Gigantes que descalifica de entrada las opiniones de Ramos. Aunque titula su nota “Con respeto”, a continuación de realizar una especie de autocrítica a la simplificación de sus opiniones en alguno de sus propios viajes a países en “situación de excepción”, concluye “me pregunté cuántas veces también me habré equivocado”.
No se trata de quién tiene la razón. Si quién dice que no puede ser la presidenta de un país la que deba “decretar” si hay tsunami , o que los sistemas de alerta no funcionaron y costaron las vidas a cientos de personas, o que el bello aeropuerto de Santiago estaba diseñado para París donde no conocen los temblores, o que los saqueos fueron por desesperación o por codicia, o que los vecinos se hayan armado y encendido hogueras para protegerse de los asaltantes, o que miles de chilenos solidarios viajaron espontáneamente desde cientos de kilómetros hacia las zonas afectadas llevando ayuda, o que se recaudó una cifra record de ayuda en una “teletón” solidaria. 
Lo importante, hasta por razones terapéuticas, es establecer la conversación, levantar las preguntas. El problema es que Chile tiene una auto percepción coagulada y defendida conscientemente por los administradores de imagen del modelo. Una imagen que se administra con mayor facilidad reposando sobre el pánico a disentir, al que tiene una visión diferente, al que cuestiona el estado de las cosas, al que hace preguntas más de fondo.
Las evidentes observaciones de Jorge Ramos, las obvias preguntas que surgen de las mismas, no están presentes en los medios de comunicación masivos de Chile. En la cobertura del terremoto, la televisión, se ha preocupado más de la mal llamada “nota humana”, que mantenga la sintonía a través del horror o de la gloria, que de buscar explicaciones, o de preguntarse y abrir perspectivas.
En los medios chilenos, de debate y conversaciones nada. Peligroso estado de silencio y bloqueo del diálogo, cuando se requiere desatar la creación e imaginación para renovar el desarrollo y devolver el impulso a regiones donde el desastre dejó pérdidas materiales por 30.000 millones de dólares.
Pareciera que los chilenos, particularmente quienes detentan el poder de los medios de comunicación y los de ese “10% más acomodado que acumula más de la mitad del ingreso”, del que habla Jorge Ramos, pueden aceptar que se mueva la tierra y bote edificios, puertos y aeropuertos, pero no que bote la imagen de Chile que han y se han construido.

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